18 febrero 2011

El silencio sagrado más siniestro



El silencio selectivo tan mal asolapado de algunos medios, instituciones o personajes es vergonzoso. El reciente remezón ocurrido al interior de la comunidad Sodálite es una muestra de lo perverso y poco santo que suele ser el proceder de las argollas religioso-políticas aquí, en el Vaticano y en la China.

Lei con interés los artículos de José Enrique Escardó en su columna El Quinto Pie del Gato, donde republicó su testimonio relativo a sus experiencias como miembro de la lúgubre organización religiosa que es el Sodalicio, Movimiento de Vida Cristiana (MVC) o Sodalitium Christianae Vitae (SCV).

Ese tal Germán Doig, de quien antes de esta publicación no habia oido nada, resultó siendo un mañuco de primera división, disfrazado de religioso caritativo y bonachón. A la luz de la coyuntura (tan sexual) en la que se ha visto inmersa la iglesia Católica (por obra y gracia de ella misma), mis sospechas sobre que el SCV salió a informar el hecho por otra razón distinta a un gesto principista me resultan bastante probables. Me oriento más a pensar que fue un intento de fingida autocrítica para distanciarse del salpicadero que generaría para su imagen algún escándalo.

Aparentemente, el armario de la que ya muchos consideran una secta, se quedó sin espacio y los esqueletos se le salían por las orejas. Los testimonios divulgados tanto por Escardó (#1, #2, #3, #4 y #5) como por Pedro Salinas, que por si mismos pintan de cuerpo entero lo siniestro de las prácticas del Sodalicio, deberían constituir indicio suficiente para una investigación. Sin embargo, es indignante cómo los medios locales más importantes han sacado cuerpo haciéndose los locos ante tamaña cochinada. Incluso medios como Correo, El Comercio y Peru21 se sentaron en la noticia. ¿Es que acaso nadie en esas redacciones tiene hijos (o principios)? Sólo Caretas (#1, #2) y La República hicieron mención al caso, aunque en el caso del diario fue de manera tímida.

Por otro lado, el científico, sociólogo, psicólogo, político y Phd en Planificación Familiar de Cipriani, ahora sí, ya no sale a declarar, absolutamente contrario a su angurria por la cámara televisiva. No me cabe en la cabeza cómo podemos ser tan indiferentes ante un silencio tan selectivo, casi cómplice. Y todo en aras de mantener la hegemonía de una institución que promueve el atraso, el conformismo y la supresión del pensamiento crítico disfrazada de organización caritativa.

Igual de indignantes la respuesta del portavoz Sodálite (tomado de Diario16): "no hubo pedofilia". Un chico de 18 años con la cabeza lavada desde los 13, para mí, sigue siendo un niño de 13 años. Así que eso de que "no hubo pedofilia" es para mí un eufemismo estúpido.

El silencio cómplice, añadido al silenciamiento sistemático, parece ser el onceavo mandamiento. La evidencia es tan grosera que lo que inicialmente pudo haber parecido ser una coyuntura en la que un gran número de "casos aislados" se hicieron públicos en forma casi simultánea, es en realidad una endemia centenaria de la Secta Madre y sus sucursales. Para muestra, tomaría muchísimo tiempo revisar la lista sólo de los casos oficiales, sólo en EEUU  y sólo entre 1950-2002. Mencionar aquí la infinidad de casos y escándalos (como los que hicieron parecer a la pedofilia como política organizacional en la Iglesia Irlandesa o el encubrimiento de los abusos al interior de los Legionarios de Cristo por parte de Juan Pablo II, entre otros).

Por último, esa actitud arrogante y alpinchista de "investigar por su cuenta", como si se tratara de dueños de la ley, me resulta groseramente insultante. Sin embargo, para mí no pasa de ser una manera de "parchar" la crítica hacia lo que es en realidad una inacción que destruyó la vida de miles de jóvenes y blindó a los miles de abusadores, incluso permitiéndoles seguir en ejercicio y explayándose en sus abusos a sus anchas. Ojo que siempre bajo el manto protector del infalible Papa de turno.

Una arista fundamental de este problema, que no me parece que se haya tomado con la importancia debida, es lo poderosa que aún se mantiene la actividad de la Iglesia Católica en los sistemas educativos. Manejando muchos centros de estudios primarios y secundarios, incluso muchos clasificados muy altos en los rankings, se mantiene viva una potencial y muy productiva fuente de niños y jóvenes en condiciones ideales para ser abusados. Niños y jóvenes que gozan de una libertad de acción pensamiento sólo ficticia y recreada sobre la base de un modelo restrictivo, castrante y  coercitivo, condicionados a respetar a las autoridades religiosas sin chistar.

El negocio de la fé parece ser lo suficientemente poderoso como para soportar los pasivos multimillonarios producto de indemnizaciones, cupos de silencio, control de daños,  pérdida de imagen de marca, etc. como para seguir produciendo resultados atractivos.

Si el infierno existese y fuese tal como lo describe la doctrina con la que lavó tantas mentes inocentes, el señor Doig debe estar quemándose el trasero eternamente junto a Maciel (si no sabe quien es éste mounstruo, mire aquí), y guardándole sitio a todos los que consignatariamente los protegieron. Es en circunstancias como esta que reniego de mi falta de fe, porque realmente me parecería muy justo que esa posibilidad se materialice. Tal vez Satanás no los toquetee, puede que no sea tan vil.

Saludos,

31 agosto 2010

Requiem para un infarto - Larcomar en Silla de Ruedas (II)

 
Aquí de vuelta. Como es casi ya una costumbre, se habrá dado cuenta de que incumplo sistemáticamente las fechas de publicación. Felizmente (aunque suene a refrito) es mi blog, soy mi propio jefe y me puedo dar el lujo de demorarme todo lo que se me antoje.

Mi experiencia en Ripley fue igualada por la que he vivido en Larcomar cada vez que me he visto en la necesidad de visitar ese chopin center (donde también les llega al chopin las necesidades de los discapacitados o coches de bebé). A pesar de que cuenta con accesos exclusivos para discapacitados y otros impedidos de circular normalmente, éstos no son para nada suficientes y en ese sentido pues es lo mismo que nada. Cumpir a medias es como considerar a los afectados como de segunda clase, por eso es hasta peor; porque no cumplir puede ser por ignorancia, pero cumplir a medias o con saludito a la bandera muestra un grado primate de consideración (con el perdón de los primates menos desarrollados que nosotros).

En primer lugar, si vas en dodge (patitas) como lo hago yo, te vas dando cuenta de lo inclementes que son las calles para peatones con alguna discapacidad. Para empezar, las rampitas de las veredas son intermitentes, incluso en la misma esquina (a un lado rampita, al otro lado no). Es casi como un videojuego: mientras más avanzas, más complicado se torna el continuar sin perder una vida (el problema es que en la realidad no hay más que una). Luego, debe uno de enfrentarse a los autos, que parece que juegan a ver si te agarran en seco mientras cruzas desesperado por las "cebras" peatonales. Casi como que los "caballos" (en sentido unisex, porque hay unas yeguas bien machonas al volante) odian a las cebras porque les parecen feas.


El paseo descrito en el párrafo anterior, visto en retrospectiva, es como un requiem de lo que viene una vez que te ves inmerso en aquéllas catacumbas de cemento tarrajeado de un par de focos, como diseñados para que no se te vea, como para que no te vayas a sentir cliente objetivo de ese mounstruo clavado en el acantilado, tan abanderado de la modernidad y el progreso de miraflowers.


1. La Entrada: La imponente escalinata para ingreso peatonal, esa que casi todos conocen, está reservada sólo para los bípedos independientes. Casi faltaría un letrero que diga "En este local y en todo miraflores está permitida la discriminación a los discapacitados". Es necesario desplazarse unos (!!) 200mts para que con ojo de lince podamos divisar, camuflada al lado de un patio de juegos para niños, esa ya no tan imponente ni bonita rampa de acceso por la que debemos entrar con nuestro coche, o los discapacitados en sus sillas de ruedas.


2. El trayecto: La rampa se entierra en la masa de cemento y se va tornando 100% gris oscura, a razón de varios tramos opuestos como zig zag y con una inclinación de unos 25 grados (para ser buena gente). Confunde mucho ubicarse en qué nivel del Chopin center se encuentra uno. Por lo general voy hasta casi el final, luego de unas varias bajaditas (no tan complicadas la verdad), para llegar a un pasadizo muy bonito, dividido por una escalera de 3 peldaños que te reciben con ésa calidez a la que ya nos tiene acostumbrados Ripley de San Isido con su corral disfrazado de ascensor.


3. El desplazamiento: Pareciera que en un chispazo de consideración (parcial), Larcomar colocó un ascensor para permitir el desplazamiento de los coches y las sillas de ruedas. El problema que ocurre con éste es que sólo permite moverse entre los dos niveles antiguos. Si el visitante quiere moverse a otro lado, agarra su rampita catacúmbica como recordatorio de que tan bienvenido no es, no se vaya a hacer ilusiones. Ojo que también aquí están los flojonazos que con todas sus facultades (y sus hijos, sobrinos, tios y vecinos) se apiñan cálida y acogedoramente en este mini ascensor con las mismas caritas de sapo con las que me encuentro en Ripley. Tampoco hay que dejar de mencionar a algunos restaurantes  con vista a la playa a los que es más fácil acceder en parapente que por sus infinitas y mortales escaleras. Han estimado que la demanda por vista al mar por parte de los discapacitados es demasiado baja, aparentemente.


4. La salida: Aquí con lo que iba con lo de Requiem. Asumo que no todos entrenamos para un Ironman o tenemos sillas de ruedas o coches de bebé con motores de mustang. Pues sólo para éstos está hecha la salida. Por la misma rampa por la que entró es la salida. En mi caso, cuando mi hija iba en coche, era un suplicio subir por las "rampitas" desde el sótano hasta la calle. Considere que mi hija pesaba menos de 10kilos y con coche y todo no pasaba de los 20. Yo miraba cuesta arriba a la segunda curva y ya no jalaba, llegando al nivel de la calle con el corazón en la garganta y la lengua en el ombligo. Era más o menos manejable, sin embargo. Ahora, imagine que esa bebé no es tal, pongamos que se trate de un hombre de 85 kilos que con todo y silla puede llegar a los 100kilos, que se desplaza con la ayuda de un acompañante de iguales características y con un estado físico promedio. Llega? Sí, pero al cielo (imaginando que existe eso). No he querido hacer la analogía sin acompañante, porque ya sonaría a cacha.


La pregunta es: Cuánto cuesta uno o dos ascensores más (o los que sean necesarios)? Parece que más que el respeto, la mínima consideración y el bizcocho seco y la inca kola caliente para las autoridades, no?


Reitero mi disconformidad con cómo esta ciudad tan bella recibe y trata a los discapacitados. Estos ejemplos son de establecimientos que en teoría deberían ser la cara y el ejemplo. Peor aún cuando entre sus visitantes hay muchísimos extranjeros. El civismo es una de las características de un ciudad de clase mundial, el mismo que se refleja en los servicios, que son producto natural de la exigencia de los ciudadanos por ellos.

Saludos,

03 agosto 2010

Sientese en una silla de ruedas por un día, vaya a Ripley, y después hablamos (I)



Para entender mi motivación para escribir esta entrada es necesario que se ponga por una vez en los zapatos de alguien que no tiene la fortuna de desplazarse sin ayuda por donde le plazca. La mezcla de sentimientos es extraña, porque tiene rabia, indignación, pena y vergüenza.

En mi caso, el tener que cargar con mi hija en coche me acercó lo suficiente a la desagradable realidad a la que una persona con dificultades de desplazamiento se enfrenta todos los días en nuestra ciudad y en sus modernos y maravillosamente diseñados centros comerciales o tiendas por departamento. De allí la vergüenza que me invade, esa de darse cuenta de lo inconsciente, incivilizado y subdesarrollado que se es. Luego, como consecuencia, vergüenza ajena por otros que se han sentido como yo; luego siento pena por aquellos que aún no han notado lo infra ciudadanos que somos el promedio de lugareños de por aquí.

Esta triste realidad me apaleó la semana antepasada cuando, raro, tuve que ir a una tienda de Ripley en compañia de mi hija de un año. Para evitar que se me escurriera por allí, decidimos llevarla en coche. Oh sorpresa ver que la única manera de llegar al piso de artefactos electronicos era a través de un ascensor de porquería, cochino, con olor a pécora mezclada con solventes inflamables y ubicado en un callejón que le hacía juego perfecto en malaspecto. Además, claro, lleno de operarios cargando esmeriles, bolsas con lijada de pared, desperdicios, entre otras FALTAS DE RESPETO. No olvido a esa familia entera (todos bien operativos) con cara de "no seas sapo, yo estoy primero en la cola" que inexplicablemente pugnaban por abordar el chiquero ese, en lugar de usar las escaleras mecánicas, vaya Ud a saber por qué.

Es evidente que si una empresa como Financor, que no es ningún kiosquito, no repara en "detalles" como estos, poco podríamos esperar de otras de menor envergadura. Se zurran olímpicamente en los derechos de los demás y lo que más indigna es que las autoridades ni se inmutan con este tipo de faltas. Autoridades que con un bizcocho seco como lengua de loro y una inka kola caliente se hacen de la vista gorda, queda en nosotros exigir el cumplimiento de estándares mínimos de calidad de infraestructura para los que tienen menos libertades motoras que el común (y que son muchísimos!!).

Insisto en que la desatención a estos detalles es un lamentable producto de nuestra propia educación. Son triste ejemplo de cómo el entorno puede terminar de discapacitar a una persona con tantas o mejores capacidades de desarrollo que las de cualquiera. Entonces, la señal de subdesarrollo no la vea en la incapacidad de las autoridades o las empresas para ser menos estúpidos o mercantilistas. Más preciso es comprender que la discapacidad generalizada es la nuestra. Los negocios buscan satisfacer necesidades a cambio de riqueza. Los negocios no han identificado esa necesidad en nosotros como sociedad. Eso, amigo, es lo que da verguenza.

En la segunda parte, Un paseo por el túnel de Larcomar.
En la tercera, el deporte extremo de pasear en Silla de Ruedas por nuestras calles.

18 mayo 2009

El Negocio de la Fe y la Miseria Humana que lo Sostiene (I)

Invaden la pantalla a partir de la medianoche, extraña coincidencia con la hora de lo macabro, diabólico. Son esta manchita de pastores que, una vez capacitados en el uso del portuñol (acontecendo, por ejemplo), salen al ruedo de la venta de perdón y milagros de la iglesia Pare de Sufrir. Es realmente penoso cómo no existe regulación en cuanto a qué pueden hacer estos charlatanes con los bolsillos de la pobre gente desesperada. Todo, sin excepción, tiene precio en esta Casa del Señor. Venden de todo, desde botellas de agua del río Jordán, hasta trocitos del manto sagrado de nosequésantuchodeporallí y principalmente perdón, salvación.

El alcance de esta sanguijuela gigante es realmente apocalíptico, una metástasis asquerosa que ataca principalmente a gente de pocos recursos y llenos de problemas. Tergiversando al extremo la obligación del malhabido diezmo, abusan de la fe ciega de la gente que se ve amenazada por llegadas del apocalipsis, posesiones, males incurables, entre otros cuentos chinos. Yo mismo, gracias a un trabajo encargado en un curso de la universidad, pude constatar lo implacable que es la recaudación de dinero en sus encuentros con los incautos fieles. En aquella ocasión, pude ver con mis propios ojos cómo gente paupérrima era instada a poner dinero en la bolsita. Empezaba el brasilero bamba con 100 soles (25% del sueldo mínimo en esa época), e iba bajando hasta la unidad, haciendo hincapié, por supuesto, en que si tenían la cantidad con ellos y no la daban no conseguirían cumplir sus plegarias. Lo peor de todo es que la gente accedía a entregar todo lo que tenía. Inaudito.

No sé si existan leyes que protejan a esta pobre gente. El problema es que a pesar de quedar en la ruina, esta gente tiene terror de desertar o de renegar de ello, justamente por el temor del infierno, el apocalipsis y todas esas cosas chéveres que siempre dicen que vienen pero todavía no lo hacen. Entonces siguen creyendo, pensando que si tal vez dan un poco más de plata la cosa se pone mejor.

Felizmente a mí todo esto me parece un chiste. Pero es un chiste muy cruel porque deja a miles en la ruina y seguramente locos. Entonces la evidencia es inútil, imposible de medir, porque la excusa es inobjetable. Entre la libertad de culto y la recepción de "donaciones" tienen la coartada perfecta. La única solución es esperar unos siglos hasta que toda la tara mística de las religiones deje de regir la existencia del hombre. Porque, en parte o más que eso, todas las religiones juegan un rol en la degradación de la fé.

La conclusión lamentable es que este negocio tiene para rato. La lógica de la Oferta y la Demanda lo dice. Mientras haya quien lo compre, seguirá existiendo. ¿Tal vez la solución es la educación? ¿Eliminar el vínculo de los estados con la religión? ¿Regular los ingresos de las iglesias y obligar su sustento? No sé, es realmente una pena ver que esta bacteria se sigue enquistando en las sociedades. Y toma las formas más inesperadas, muchas veces más sutiles, tornándose incontrolable su propagación. Y la verdad es que ninguna de las religiones de las que tengo nosión se salba.